miércoles, 3 de febrero de 2010

Ser madre es pasar del cielo al infierno y del infierno al cielo mil veces en un solo día



Yo ya conté la parte fácil, lo que intuía y para la cual me preparé, ahora pasaré a contar la parte difícil, la parte que no sabía y para la que no me preparé. Nadie nos dice, o por lo menos nadie me dijo a mi, con el énfasis necesario, lo redifícil que es la lactancia, no sólo porque puede ser dolorosísimo y extenuante, sino porque además es sumirse en un nivel de dependencia al que no se si una moderna madre primeriza está dispuesta a entregarse.

Cuando me preguntan si volvería a parir en la casa, contesto sin dudar: sí. Las Midwives dicen que es porque a uno se le olvida lo difícil que fue, esa es la única manera de volverlo a hacer. Quizá a mi se me olvidó lo arduo del parto, lo que no se me ha podido olvidar es el sufrimiento que experimenté cada 3 horas cuando debía alimentar a Theo. El parto es algo que empieza y se acaba. La lactancia es invariablemente cada 2 o 3 horas. Una agonía que se repite entre 10 y 12 veces al día x 2, porque cada seno es una agonía separada.

Después de un parto exitoso en la casa, donde no necesité ningún tipo de anestesia, donde Theo nació limpio y despierto de la mano de su familia y directo al pecho de donde se pegó sin ningún problema, lo más natural es que su alimento exclusivo por los siguientes 6 meses fuese mi leche, eso fue lo que yo soñé siempre. Theo no tenía ningún problema de agarre y yo no tenía ningún problema físico como por ejemplo: pezón invertido. Él y yo parecía que podíamos hacerlo muy bien. Pero la vida siempre le pone a uno problemas donde uno nunca pensó encontrarlos y es verdad: "Todo tiene su ciencia", hasta la lactancia que parece lo mas natural del mundo, o por lo menos eso pensaba yo.

Nuestros primeros 4 días la pasamos pegados día y noche. La midwife me dijo: "Eso ayuda a que te baje la leche". Theo y yo estábamos piel con piel. No dormíamos porque el pobre si lo despegaba de la teta lloraba de una manera que nos dejaba perfectamente claro el tipo de carácter con el que nació: él no cede. Así que cedía yo y me quedaba caminando hasta el amanecer meciéndolo pegado a la teta. Al cuarto día, absolutamente sonámbula, oyendo voces por la falta de sueño la Midwife me dijo: “En 4 días Theo ha perdido 30 % de su peso, lo siento mucho pero hay que darle formula.”

Sólo una madre a la que le hayan dicho lo mismo puede entender lo que yo sentí. Nunca en mi vida me sentí tan profundamente triste, débil y vulnerable cómo ese día. Fue como si hubiesen lanzado una bomba atómica dentro de mí y hubiesen acabado con todo. Devastada. Intenté decirle a mi mamá: “Bueno, hay que comprar teteros porque ….”
Y no pude hablar más. Al rato lo único que pude decir fue: “Mi pobre bebé lleva 4 días sin comer y no me di cuenta”.

A partir de ese momento empecé a prepararme para la lactancia. Un mes después, en cuanto tuve suficiente energía, compré una bomba eléctrica y empecé a tomar todo lo que pudiera ayudarme a producir leche. Debo decir que nada es más eficaz que comer suficiente 3 o 4 veces al día y estar tranquila acompañada de la familia. Me decidí a volver a mi plan original: Lactancia Exclusiva. No pude lograrlo por completo por falta de confianza en mí misma, pero por los siguientes 5 meses Theo sólo tomo fórmula cada 12 o 24 horas.

Hoy, 9 meses después, sigo dándole pecho cada 3 o 4 horas y me pregunto hasta cuando lo haré. Dejó de ser una agonía para convertirse en nuestro espacio de cantar, hacernos muecas y dormirnos. También es, a veces, el motivo de regresar a su lado rápido para no explotarme en el camino por la presión de la leche. Algunas veces me siento atada a él sin posibilidad de vivir, otras me siento feliz de poder alimentarlo, otras siento que no soy más que comida y cuando dice “mamá” es porque tiene hambre, otras veces me muero de amor de que estemos tan unidos. La palabra: “Dependencia,” que nunca significó nada para mí en mi vida de soltera, ahora es casi la más importante de mi vida. Puedo sentir en los huesos cómo cualquier decisión que yo tome, puede afectar su vida. El no haberme preparado para la lactancia no sólo lo puso en peligro, sino que lo sometió a noches dolorosas por tener que digerir algo muy pesado para su nuevo cuerpo. Ahora que se va haciendo un “hombrecito”, que me grita para que lo suelte y no lo proteja de caerse cuando intenta levantarse solo, me doy cuenta de que aunque yo desee salir, estudiar, integrarme al afuera, mi “ahora” es alimentarme bien y estar ahí, lista y preparada para cuando me mire cansado y quiera mi pecho. Entonces, lo realmente importante, es entregarle mi seno y hacerlo reír mientras come hasta caer rendido.